La nueva generación está más comunicada, pero termina cayendo en las banalidades.
Richard Bernstein International Herald Tribune
NUEVA YORK.- Facebook es el sitio web de redes sociales que alega tener más de 150 millones de usuarios activos. Recientemente me convertí en uno de esos 150 millones, así que ahora puedo ver las "actualizaciones" que mis amigos cuelgan en el espacio ofrecido en la parte superior de cada perfil y que plantea la pregunta: "¿qué estás haciendo en este momento?"
Es interesante que nadie escriba: "Estoy viendo mi página de Facebook". Escriben, en cambio, cosas tales como "desarmando el arbolito de Navidad", o "deseando que ya fuera mayo", o diciendo si no es formidable que Mickey Rourke le haya agradecido a su perro en su discurso de aceptación del Globo de Oro.
Ahora bien, me alegra decir que aquellos que me han hecho el honor de aceptar ser mis amigos de Facebook son personas de grandes logros que no necesitan que yo les dé lecciones acerca de cómo invertir su tiempo. Sin embargo, me resulta un poco extraño que tantos de ellos se tomen el tiempo de anunciar a su círculo social hechos cotidianos casi siempre sin importancia, algo que impulsó a un crítico de las comunicaciones electrónicas a expresar este comentario: "Lo mejor de Internet es que le permite a todo el mundo tener opinión y un lugar donde expresarla", dijo Mark Bauerlein, profesor de inglés en la Universidad Emory de Atlanta, durante una reciente conversación telefónica. "Lo malo es que también le da un lugar a cualquiera que tenga una opinión. Pero uno de los signos de madurez es darse cuenta de que el 99 por ciento de las cosas que nos ocurren cada día no tienen ninguna importancia en absoluto para los demás."
Bauerlein es autor de un nuevo libro: The Dumbest Generation: How the Digital Age Stupefies Young Americans and Jeopardizes Our future (Or, Don´t Trust Anyone under 30) (La generación más tonta: cómo la era digital estupidiza a los jóvenes estadounidenses y pone en riesgo nuestro futuro. O no confíes en nadie menor de 30) y, tal como lo indica ese largo subtítulo, la preocupación no está referida a personas entre los 30 y los 60 años que se toman unos minutos de sus atareados días para escribir grafitos en las blancas paredes del ciberespacio.
La preocupación de Bauerlein está referida a los adolescentes, estudiantes de secundaria y de la universidad que, según argumenta, pasan tanto tiempo dedicados a actividades electrónicas digitales que están perdiendo la capacidad de quedarse tranquilamente sentados en una habitación, solos, leyendo un libro.
"Estamos a punto de entregar nuestro país a una generación que no lee gran cosa y que tampoco piensa demasiado", dijo durante una charla en el Manhattan Institute.
Siempre han existido críticos sociales que se lamentan de las carencias de la generación más joven, y Bauerlein, quien tiene tanto sentido del humor como de la perspectiva, está más que dispuesto a reconocer que podría parecer "otro tipo viejo que se queja de los jóvenes". Salto exponencial
Por cierto, admite que los jóvenes siempre han hablado por teléfono, mirado televisión y permanecido durante horas en la pizzería antes que dedicarse a leer los papeles federales o Moby Dick , y una consecuencia de eso es que el conocimiento cívico e histórico jamás ha alcanzado niveles muy altos en los EE.UU.
Pero Bauerlein alega que la era digital marca un salto exponencial respecto de los días en que las principales distracciones eran la televisión y el teléfono, por más preocupantes que puedan haber sido, y ser aún, para padres y educadores.
"La tendencia a agruparse con sus pares y no con los adultos es vieja, pero lo que han hecho las redes digitales es darles todo un nuevo arsenal para lograr ese propósito", dijo Bauerlein. "Antes era habitual que, a las 18, los chicos volvieran a casa y la vida social terminara. Y, cuando se iban a su cuarto, no había allí BlackBerry ni consola de videojuegos ni Facebook."
Una encuesta realizada por la Asociación Nacional de Juntas Escolares indica que un gran número de estudiantes pasan alrededor de nueve horas semanales dedicados a la actividad social en Internet y otras diez horas viendo televisión. Otras encuestas revelan que la mayoría de los estudiantes secundarios dedican apenas una hora o menos por día a hacer tareas por escrito.
Y lo más importante, arguye Bauerlein, es que la tecnología digital ha borrado los límites del tiempo y del espacio. La vida social prosigue constantemente, incluso cuando su hijo adolescente está durmiendo. Así, aunque antes los padres podían mandar a su cuarto a los hijos adolescentes, ahora, como lo expresa Bauerlein, "su cuarto es el centro de comando. No hay más espacio privado".
Uno de los puntos salvadores de este sombrío cuadro es que formar parte de esta red social implica leer y escribir, por lo que debería tener algún valor educativo, ¿no es cierto? Pero no es así, según Bauerlein. Los mensajes de texto no implican la redacción de párrafos elegantes y coherentes en los que se sostengan argumentaciones o se presenten pruebas. Simplemente, son otra manera en que los chicos se contagian malos hábitos.
¿Las cosas verdaderamente están tan mal como lo indica el subtítulo de Bauerlein, o su argumentación -tal como ha escrito uno de sus críticos en Los Angeles Times - es "exagerada"? No lo sé, pero sin duda si los chicos están desperdiciando mucho tiempo en actividades digitales frívolas, sus padres no están ofreciéndoles un ejemplo brillante. Tal como lo expresó uno de los asistentes a la charla del Manhattan Institute, hay mucha gente adulta que tiene su BlackBerry en la falda mientras almuerza.
Y también es cierto que Facebook y otros sitios de redes sociales fueron creados para gente joven -especialmente en las universidades, como medio para que los estudiantes nuevos pudieran presentarse a la comunidad-, pero han sido adoptados por los adultos para hacer exactamente eso mismo a lo que sus hijos dedican demasiado tiempo.
Yo no he aprovechado la opción "qué estás haciendo en este momento" de Facebook, para que mis amigos puedan estar al tanto de todos mis movimientos y pensamientos. Pero una vez que termine esta columna y la cuelguen en iht.com, pueden estar seguros de que la pondré en mi página de Facebook para que todos mis amigos puedan verla.
Traducción de Mirta Rosenberg
Richard Bernstein International Herald Tribune
NUEVA YORK.- Facebook es el sitio web de redes sociales que alega tener más de 150 millones de usuarios activos. Recientemente me convertí en uno de esos 150 millones, así que ahora puedo ver las "actualizaciones" que mis amigos cuelgan en el espacio ofrecido en la parte superior de cada perfil y que plantea la pregunta: "¿qué estás haciendo en este momento?"
Es interesante que nadie escriba: "Estoy viendo mi página de Facebook". Escriben, en cambio, cosas tales como "desarmando el arbolito de Navidad", o "deseando que ya fuera mayo", o diciendo si no es formidable que Mickey Rourke le haya agradecido a su perro en su discurso de aceptación del Globo de Oro.
Ahora bien, me alegra decir que aquellos que me han hecho el honor de aceptar ser mis amigos de Facebook son personas de grandes logros que no necesitan que yo les dé lecciones acerca de cómo invertir su tiempo. Sin embargo, me resulta un poco extraño que tantos de ellos se tomen el tiempo de anunciar a su círculo social hechos cotidianos casi siempre sin importancia, algo que impulsó a un crítico de las comunicaciones electrónicas a expresar este comentario: "Lo mejor de Internet es que le permite a todo el mundo tener opinión y un lugar donde expresarla", dijo Mark Bauerlein, profesor de inglés en la Universidad Emory de Atlanta, durante una reciente conversación telefónica. "Lo malo es que también le da un lugar a cualquiera que tenga una opinión. Pero uno de los signos de madurez es darse cuenta de que el 99 por ciento de las cosas que nos ocurren cada día no tienen ninguna importancia en absoluto para los demás."
Bauerlein es autor de un nuevo libro: The Dumbest Generation: How the Digital Age Stupefies Young Americans and Jeopardizes Our future (Or, Don´t Trust Anyone under 30) (La generación más tonta: cómo la era digital estupidiza a los jóvenes estadounidenses y pone en riesgo nuestro futuro. O no confíes en nadie menor de 30) y, tal como lo indica ese largo subtítulo, la preocupación no está referida a personas entre los 30 y los 60 años que se toman unos minutos de sus atareados días para escribir grafitos en las blancas paredes del ciberespacio.
La preocupación de Bauerlein está referida a los adolescentes, estudiantes de secundaria y de la universidad que, según argumenta, pasan tanto tiempo dedicados a actividades electrónicas digitales que están perdiendo la capacidad de quedarse tranquilamente sentados en una habitación, solos, leyendo un libro.
"Estamos a punto de entregar nuestro país a una generación que no lee gran cosa y que tampoco piensa demasiado", dijo durante una charla en el Manhattan Institute.
Siempre han existido críticos sociales que se lamentan de las carencias de la generación más joven, y Bauerlein, quien tiene tanto sentido del humor como de la perspectiva, está más que dispuesto a reconocer que podría parecer "otro tipo viejo que se queja de los jóvenes". Salto exponencial
Por cierto, admite que los jóvenes siempre han hablado por teléfono, mirado televisión y permanecido durante horas en la pizzería antes que dedicarse a leer los papeles federales o Moby Dick , y una consecuencia de eso es que el conocimiento cívico e histórico jamás ha alcanzado niveles muy altos en los EE.UU.
Pero Bauerlein alega que la era digital marca un salto exponencial respecto de los días en que las principales distracciones eran la televisión y el teléfono, por más preocupantes que puedan haber sido, y ser aún, para padres y educadores.
"La tendencia a agruparse con sus pares y no con los adultos es vieja, pero lo que han hecho las redes digitales es darles todo un nuevo arsenal para lograr ese propósito", dijo Bauerlein. "Antes era habitual que, a las 18, los chicos volvieran a casa y la vida social terminara. Y, cuando se iban a su cuarto, no había allí BlackBerry ni consola de videojuegos ni Facebook."
Una encuesta realizada por la Asociación Nacional de Juntas Escolares indica que un gran número de estudiantes pasan alrededor de nueve horas semanales dedicados a la actividad social en Internet y otras diez horas viendo televisión. Otras encuestas revelan que la mayoría de los estudiantes secundarios dedican apenas una hora o menos por día a hacer tareas por escrito.
Y lo más importante, arguye Bauerlein, es que la tecnología digital ha borrado los límites del tiempo y del espacio. La vida social prosigue constantemente, incluso cuando su hijo adolescente está durmiendo. Así, aunque antes los padres podían mandar a su cuarto a los hijos adolescentes, ahora, como lo expresa Bauerlein, "su cuarto es el centro de comando. No hay más espacio privado".
Uno de los puntos salvadores de este sombrío cuadro es que formar parte de esta red social implica leer y escribir, por lo que debería tener algún valor educativo, ¿no es cierto? Pero no es así, según Bauerlein. Los mensajes de texto no implican la redacción de párrafos elegantes y coherentes en los que se sostengan argumentaciones o se presenten pruebas. Simplemente, son otra manera en que los chicos se contagian malos hábitos.
¿Las cosas verdaderamente están tan mal como lo indica el subtítulo de Bauerlein, o su argumentación -tal como ha escrito uno de sus críticos en Los Angeles Times - es "exagerada"? No lo sé, pero sin duda si los chicos están desperdiciando mucho tiempo en actividades digitales frívolas, sus padres no están ofreciéndoles un ejemplo brillante. Tal como lo expresó uno de los asistentes a la charla del Manhattan Institute, hay mucha gente adulta que tiene su BlackBerry en la falda mientras almuerza.
Y también es cierto que Facebook y otros sitios de redes sociales fueron creados para gente joven -especialmente en las universidades, como medio para que los estudiantes nuevos pudieran presentarse a la comunidad-, pero han sido adoptados por los adultos para hacer exactamente eso mismo a lo que sus hijos dedican demasiado tiempo.
Yo no he aprovechado la opción "qué estás haciendo en este momento" de Facebook, para que mis amigos puedan estar al tanto de todos mis movimientos y pensamientos. Pero una vez que termine esta columna y la cuelguen en iht.com, pueden estar seguros de que la pondré en mi página de Facebook para que todos mis amigos puedan verla.
Traducción de Mirta Rosenberg
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