Todos hemos visto, oído, y aun escuchado a pesar nuestro, a pasajeros del tren que, a nuestro lado, hablan sin parar por sus teléfonos. (...) Uno diría que están contando los minutos que los separan de sus seres queridos y que no ven la hora de poder mantener esas conversaciones cara a cara. Pero quizás no haya pensado que muchas de esas charlas por celular que usted escuchó por azar no eran el prolegómeno de una conversación más sustancial a producirse al llegar, sino un sustituto de ella. Que esas charlas no preparaban el terreno para algo real, sino que eran lo real en sí... Que muchos de esos jóvenes anhelantes de informar a sus invisibles interlocutores acerca de su paradero, ni bien lleguen a sus hogares correrán a sus cuartos a cerrar la puerta con llave detrás de sí.
Bauman Zygmunt. Extracto de ´Amor Liquido´
domingo, 15 de febrero de 2009
jueves, 12 de febrero de 2009
Tres millones de conexiones
Internet no es aún un lugar común para todos los argentinos, pero sí para tres millones de hogares, empresas y organizaciones, lo que representa el 7,8 por ciento de la población según el Barómetro Cisco, un estudio que otro gigante de las TICs (Cisco) realiza en forma anual y que presentó en octubre pasado. Esto representa un crecimiento del 49 por ciento respecto de igual mes de 2007 y, por otra parte, prácticamente hace parecer flojo el presupuesto de Cisco de que, para 2010, en Argentina habrá cuatro millones de accesos a Internet. Por eso, Cisco pasó ahora aquella meta inicial, establecida en 2006, cuando comenzó a operar aquí. Según la firma, en toda Latinoamérica existían en junio 23 millones de accesos.
Este avance en lo que se conoce como penetración a Internet fue federal: el corredor de fibra óptica que conforman la ciudad y la provincia de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza creció un 15,6 por ciento en el primer semestre de este año (últimas cifras actualizadas del Barómetro), mientras que en el Interior más interior, las conexiones crecieron casi el 32 por ciento. En paralelo, se dio un desarrollo –aún incipiente– en la banda ancha móvil, que hoy cuenta con entre 130 y 160 mil accesos. Estas conexiones móviles son incorporadas tanto por empresas como por usuarios no corporativas y su importancia es cada vez mayor en zonas en las que la banda ancha no llega. Y por esas zonas no se habla sólo de Tartagal, sino también de sectores del conurbano bonaerense con servicio a discreción. “El Estado debería tener una mayor iniciativa para informatizar y dotar de herramientas tecnológicas al sector educativo y la administración pública”, consideró en momentos de la presentación del Barómetro 2008 el gerente de Cisco para Argentina, Paraguay y Uruguay, Horacio Werner, que por entonces aseguró que había que redoblar la apuesta, ya que sí en la actualidad existen tres millones de conexiones (dos por ADSL y uno por cable módem), la próxima década deberá arrancar con cinco millones de accesos a Internet para Argentina. No más que el doce por ciento de la población.
Este avance en lo que se conoce como penetración a Internet fue federal: el corredor de fibra óptica que conforman la ciudad y la provincia de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza creció un 15,6 por ciento en el primer semestre de este año (últimas cifras actualizadas del Barómetro), mientras que en el Interior más interior, las conexiones crecieron casi el 32 por ciento. En paralelo, se dio un desarrollo –aún incipiente– en la banda ancha móvil, que hoy cuenta con entre 130 y 160 mil accesos. Estas conexiones móviles son incorporadas tanto por empresas como por usuarios no corporativas y su importancia es cada vez mayor en zonas en las que la banda ancha no llega. Y por esas zonas no se habla sólo de Tartagal, sino también de sectores del conurbano bonaerense con servicio a discreción. “El Estado debería tener una mayor iniciativa para informatizar y dotar de herramientas tecnológicas al sector educativo y la administración pública”, consideró en momentos de la presentación del Barómetro 2008 el gerente de Cisco para Argentina, Paraguay y Uruguay, Horacio Werner, que por entonces aseguró que había que redoblar la apuesta, ya que sí en la actualidad existen tres millones de conexiones (dos por ADSL y uno por cable módem), la próxima década deberá arrancar con cinco millones de accesos a Internet para Argentina. No más que el doce por ciento de la población.
Google estudia la Web
El internauta
La Radiografía de Internet en Argentina afirma que el uso de la red se reparte entre un 20 por ciento de niños y adolescentes, otro 20 de mayores de 45 años y un 60 por ciento de adultos jóvenes en los planos del entretenimiento y la investigación.
El vértigo. No hay condición, característica o práctica que defina mejor a los argentinos como usuarios de Internet, entendiendo a la red como hipermercado de una multiplicidad de productos derivados de su propia existencia (comunidades virtuales) o adaptados a ella (del e-mail al e-commerce, pasando por el home-banking y los sitios corporativos). El internauta –sea usuario, prosumidor o webmaster– está entonces regido por la lógica del vértigo, aunque esto no es necesariamente un defecto. La vertiginosidad ocurre en la necesidad –casi una obligación– de la actualización constante de tecnologías de la información y la comunicación (TIC), en la propiedad enciclopédica de Internet y, un poco más allá, en la traspolación de los fugaces tiempos de la vida real a la virtualidad.
Curiosamente, si se parte del lugar común, o efectivamente, si se intenta un estudio más o menos científico, los jóvenes menores de 18 años no se apropian tan a menudo de la red para educarse, jugar o explorar como los adultos de 18 a 45 años para trabajar, pagar cuentas e informarse. Según la Radiografía de Internet en Argentina que Google presentó ayer, la penetración de niños y adolescentes a Internet no significa mucho más del 20 por ciento del uso global. Los adultos jóvenes se hicieron, al menos en 2008, con más del 60 por ciento del uso, y para los mayores de 45 queda la misma proporción que para los de menos de 18.
Sí sigue siendo cierto, tanto desde el topois como desde la ciencia estadística, que quien de menos dinero dispone, menos acceso a la red tiene. La décima parte de los usuarios sobrevive con menos de 400 dólares mensuales; el 22 por ciento tiene ingresos de hasta 1000 dólares, aunque el grueso está bastante por debajo de aquella cifra; un 33 por ciento de quienes acceden disponen de entre mil y cuatro mil dólares mensuales y una cantidad similar de usuarios supera esa franja, entre los que se cuentan las conexiones empresariales, corporativas y multimediales. Entre ellas, el acceso mediante servicios de banda ancha es del 85 por ciento.
A estas últimas cifras se debe prestar especial atención, desde que el estudio está realizado sobre conexiones residenciales, de empresas y de organismos. De haberse incorporado conexiones que no fueran in situ propio (fundamentalmente cybercafés), los escalafones serían más parejos. En lo que tampoco hay una correlación demasiado estrecha es entre las edades y el nivel de instrucción formal o académica de los internautas argentinos: el 58 por ciento no terminó el secundario, mientras que el 30 sí tuvo esa posibilidad y un 11 pudo lograr acceder a una instancia superior.
No se recupera de la Radiografía... una diferencia significativa entre la cantidad de jóvenes que usan Internet para entretenerse con videojuegos online y los que la utilizan como herramienta de consulta y aprendizaje. Ambos casos duplican el porcentaje de uso para el trabajo y el comercio.
Por otra parte, también se podría decir –de hecho, fue y es dicho corrientemente, sin respaldo estadístico– que el usuario argentino rara vez paga por los contenidos culturales que descarga, se trate de música, videos, películas, libros electrónicos o videojuegos. Según este documento, menos del cinco por ciento de los videos que se descarga son pagados. En el caso de música, el porcentaje que es abonado está por debajo del tres por ciento, cuando el 88 por ciento de quienes usan Internet descarga o descargó canciones, álbumes o discografías enteras.
Como contrapartida, el comercio electrónico de tecnología, telefonía, indumentaria y otros bienes de uso alcanzó los mil millones de dólares. Y aquí el mayor vértigo: se estima que durante el próximo lustro el e-commerce crecerá a una tasa compuesta anual del 36 por ciento, lo que llevaría el volumen a 4,5 mil millones de dólares para el año 2013. Que las cifras estén consignadas en dólares tiene que ver con otro tipo de vértigo: el cambiario en “el mundo real”, y, particularmente, en el país.
El caso de la publicidad con fondos y destinos argentinos en Internet es paradigmático en esto también. El volumen de transacciones para este año orilló los 80 millones de dólares, apenas el 3 por ciento del mercado publicitario actual, en el que los medios de comunicación, especialmente televisivos, no se ven amenazados en su liderazgo. Aunque, según las proyecciones que surgen de la Radiografía..., realizada por la consultora Pyramid Research, en los próximos cinco años el segmento www del mercado publicitario habrá alcanzado el 10 por ciento del total de operaciones, con más de 400 millones de dólares. Este impulso será de importancia para expandir el mercado total de la publicidad en Argentina a los 4 mil millones de dólares, partiendo de los 2,4 mil millones de 2008.
Pero no todo en Internet es comercio, publicidad o descargas culturales. Sólo el 12 por ciento de los usuarios argentinos de Internet no accede a noticias o informaciones. Lo que, lejos de demostrar a la world wide web como una suerte de Biblioteca de Alejandría, expresa que desde webmails a redes sociales, de buscadores a blogs personales, cada vez existen menos sitios que no linkeen noticias de último momento. No por naturaleza iluminista, sino por una realidad comercial: el link es dinero. Las estadísticas afloran en cada campo que pueda pensarse dentro de la red. En ocasiones, dando fundamento al lugar común. En otras, rebatiéndolo. Pero de una u otra forma, poniendo implícitamente de manifiesto que, aunque el e-commerce, el home-banking y el consumo cultural hayan crecido en la red, Internet no es todavía un lugar común para todos los argentinos.
La Radiografía de Internet en Argentina afirma que el uso de la red se reparte entre un 20 por ciento de niños y adolescentes, otro 20 de mayores de 45 años y un 60 por ciento de adultos jóvenes en los planos del entretenimiento y la investigación.
El vértigo. No hay condición, característica o práctica que defina mejor a los argentinos como usuarios de Internet, entendiendo a la red como hipermercado de una multiplicidad de productos derivados de su propia existencia (comunidades virtuales) o adaptados a ella (del e-mail al e-commerce, pasando por el home-banking y los sitios corporativos). El internauta –sea usuario, prosumidor o webmaster– está entonces regido por la lógica del vértigo, aunque esto no es necesariamente un defecto. La vertiginosidad ocurre en la necesidad –casi una obligación– de la actualización constante de tecnologías de la información y la comunicación (TIC), en la propiedad enciclopédica de Internet y, un poco más allá, en la traspolación de los fugaces tiempos de la vida real a la virtualidad.
Curiosamente, si se parte del lugar común, o efectivamente, si se intenta un estudio más o menos científico, los jóvenes menores de 18 años no se apropian tan a menudo de la red para educarse, jugar o explorar como los adultos de 18 a 45 años para trabajar, pagar cuentas e informarse. Según la Radiografía de Internet en Argentina que Google presentó ayer, la penetración de niños y adolescentes a Internet no significa mucho más del 20 por ciento del uso global. Los adultos jóvenes se hicieron, al menos en 2008, con más del 60 por ciento del uso, y para los mayores de 45 queda la misma proporción que para los de menos de 18.
Sí sigue siendo cierto, tanto desde el topois como desde la ciencia estadística, que quien de menos dinero dispone, menos acceso a la red tiene. La décima parte de los usuarios sobrevive con menos de 400 dólares mensuales; el 22 por ciento tiene ingresos de hasta 1000 dólares, aunque el grueso está bastante por debajo de aquella cifra; un 33 por ciento de quienes acceden disponen de entre mil y cuatro mil dólares mensuales y una cantidad similar de usuarios supera esa franja, entre los que se cuentan las conexiones empresariales, corporativas y multimediales. Entre ellas, el acceso mediante servicios de banda ancha es del 85 por ciento.
A estas últimas cifras se debe prestar especial atención, desde que el estudio está realizado sobre conexiones residenciales, de empresas y de organismos. De haberse incorporado conexiones que no fueran in situ propio (fundamentalmente cybercafés), los escalafones serían más parejos. En lo que tampoco hay una correlación demasiado estrecha es entre las edades y el nivel de instrucción formal o académica de los internautas argentinos: el 58 por ciento no terminó el secundario, mientras que el 30 sí tuvo esa posibilidad y un 11 pudo lograr acceder a una instancia superior.
No se recupera de la Radiografía... una diferencia significativa entre la cantidad de jóvenes que usan Internet para entretenerse con videojuegos online y los que la utilizan como herramienta de consulta y aprendizaje. Ambos casos duplican el porcentaje de uso para el trabajo y el comercio.
Por otra parte, también se podría decir –de hecho, fue y es dicho corrientemente, sin respaldo estadístico– que el usuario argentino rara vez paga por los contenidos culturales que descarga, se trate de música, videos, películas, libros electrónicos o videojuegos. Según este documento, menos del cinco por ciento de los videos que se descarga son pagados. En el caso de música, el porcentaje que es abonado está por debajo del tres por ciento, cuando el 88 por ciento de quienes usan Internet descarga o descargó canciones, álbumes o discografías enteras.
Como contrapartida, el comercio electrónico de tecnología, telefonía, indumentaria y otros bienes de uso alcanzó los mil millones de dólares. Y aquí el mayor vértigo: se estima que durante el próximo lustro el e-commerce crecerá a una tasa compuesta anual del 36 por ciento, lo que llevaría el volumen a 4,5 mil millones de dólares para el año 2013. Que las cifras estén consignadas en dólares tiene que ver con otro tipo de vértigo: el cambiario en “el mundo real”, y, particularmente, en el país.
El caso de la publicidad con fondos y destinos argentinos en Internet es paradigmático en esto también. El volumen de transacciones para este año orilló los 80 millones de dólares, apenas el 3 por ciento del mercado publicitario actual, en el que los medios de comunicación, especialmente televisivos, no se ven amenazados en su liderazgo. Aunque, según las proyecciones que surgen de la Radiografía..., realizada por la consultora Pyramid Research, en los próximos cinco años el segmento www del mercado publicitario habrá alcanzado el 10 por ciento del total de operaciones, con más de 400 millones de dólares. Este impulso será de importancia para expandir el mercado total de la publicidad en Argentina a los 4 mil millones de dólares, partiendo de los 2,4 mil millones de 2008.
Pero no todo en Internet es comercio, publicidad o descargas culturales. Sólo el 12 por ciento de los usuarios argentinos de Internet no accede a noticias o informaciones. Lo que, lejos de demostrar a la world wide web como una suerte de Biblioteca de Alejandría, expresa que desde webmails a redes sociales, de buscadores a blogs personales, cada vez existen menos sitios que no linkeen noticias de último momento. No por naturaleza iluminista, sino por una realidad comercial: el link es dinero. Las estadísticas afloran en cada campo que pueda pensarse dentro de la red. En ocasiones, dando fundamento al lugar común. En otras, rebatiéndolo. Pero de una u otra forma, poniendo implícitamente de manifiesto que, aunque el e-commerce, el home-banking y el consumo cultural hayan crecido en la red, Internet no es todavía un lugar común para todos los argentinos.
viernes, 23 de enero de 2009
¿Es posible que Facebook estupidice a los usuarios?
La nueva generación está más comunicada, pero termina cayendo en las banalidades.
Richard Bernstein International Herald Tribune
NUEVA YORK.- Facebook es el sitio web de redes sociales que alega tener más de 150 millones de usuarios activos. Recientemente me convertí en uno de esos 150 millones, así que ahora puedo ver las "actualizaciones" que mis amigos cuelgan en el espacio ofrecido en la parte superior de cada perfil y que plantea la pregunta: "¿qué estás haciendo en este momento?"
Es interesante que nadie escriba: "Estoy viendo mi página de Facebook". Escriben, en cambio, cosas tales como "desarmando el arbolito de Navidad", o "deseando que ya fuera mayo", o diciendo si no es formidable que Mickey Rourke le haya agradecido a su perro en su discurso de aceptación del Globo de Oro.
Ahora bien, me alegra decir que aquellos que me han hecho el honor de aceptar ser mis amigos de Facebook son personas de grandes logros que no necesitan que yo les dé lecciones acerca de cómo invertir su tiempo. Sin embargo, me resulta un poco extraño que tantos de ellos se tomen el tiempo de anunciar a su círculo social hechos cotidianos casi siempre sin importancia, algo que impulsó a un crítico de las comunicaciones electrónicas a expresar este comentario: "Lo mejor de Internet es que le permite a todo el mundo tener opinión y un lugar donde expresarla", dijo Mark Bauerlein, profesor de inglés en la Universidad Emory de Atlanta, durante una reciente conversación telefónica. "Lo malo es que también le da un lugar a cualquiera que tenga una opinión. Pero uno de los signos de madurez es darse cuenta de que el 99 por ciento de las cosas que nos ocurren cada día no tienen ninguna importancia en absoluto para los demás."
Bauerlein es autor de un nuevo libro: The Dumbest Generation: How the Digital Age Stupefies Young Americans and Jeopardizes Our future (Or, Don´t Trust Anyone under 30) (La generación más tonta: cómo la era digital estupidiza a los jóvenes estadounidenses y pone en riesgo nuestro futuro. O no confíes en nadie menor de 30) y, tal como lo indica ese largo subtítulo, la preocupación no está referida a personas entre los 30 y los 60 años que se toman unos minutos de sus atareados días para escribir grafitos en las blancas paredes del ciberespacio.
La preocupación de Bauerlein está referida a los adolescentes, estudiantes de secundaria y de la universidad que, según argumenta, pasan tanto tiempo dedicados a actividades electrónicas digitales que están perdiendo la capacidad de quedarse tranquilamente sentados en una habitación, solos, leyendo un libro.
"Estamos a punto de entregar nuestro país a una generación que no lee gran cosa y que tampoco piensa demasiado", dijo durante una charla en el Manhattan Institute.
Siempre han existido críticos sociales que se lamentan de las carencias de la generación más joven, y Bauerlein, quien tiene tanto sentido del humor como de la perspectiva, está más que dispuesto a reconocer que podría parecer "otro tipo viejo que se queja de los jóvenes". Salto exponencial
Por cierto, admite que los jóvenes siempre han hablado por teléfono, mirado televisión y permanecido durante horas en la pizzería antes que dedicarse a leer los papeles federales o Moby Dick , y una consecuencia de eso es que el conocimiento cívico e histórico jamás ha alcanzado niveles muy altos en los EE.UU.
Pero Bauerlein alega que la era digital marca un salto exponencial respecto de los días en que las principales distracciones eran la televisión y el teléfono, por más preocupantes que puedan haber sido, y ser aún, para padres y educadores.
"La tendencia a agruparse con sus pares y no con los adultos es vieja, pero lo que han hecho las redes digitales es darles todo un nuevo arsenal para lograr ese propósito", dijo Bauerlein. "Antes era habitual que, a las 18, los chicos volvieran a casa y la vida social terminara. Y, cuando se iban a su cuarto, no había allí BlackBerry ni consola de videojuegos ni Facebook."
Una encuesta realizada por la Asociación Nacional de Juntas Escolares indica que un gran número de estudiantes pasan alrededor de nueve horas semanales dedicados a la actividad social en Internet y otras diez horas viendo televisión. Otras encuestas revelan que la mayoría de los estudiantes secundarios dedican apenas una hora o menos por día a hacer tareas por escrito.
Y lo más importante, arguye Bauerlein, es que la tecnología digital ha borrado los límites del tiempo y del espacio. La vida social prosigue constantemente, incluso cuando su hijo adolescente está durmiendo. Así, aunque antes los padres podían mandar a su cuarto a los hijos adolescentes, ahora, como lo expresa Bauerlein, "su cuarto es el centro de comando. No hay más espacio privado".
Uno de los puntos salvadores de este sombrío cuadro es que formar parte de esta red social implica leer y escribir, por lo que debería tener algún valor educativo, ¿no es cierto? Pero no es así, según Bauerlein. Los mensajes de texto no implican la redacción de párrafos elegantes y coherentes en los que se sostengan argumentaciones o se presenten pruebas. Simplemente, son otra manera en que los chicos se contagian malos hábitos.
¿Las cosas verdaderamente están tan mal como lo indica el subtítulo de Bauerlein, o su argumentación -tal como ha escrito uno de sus críticos en Los Angeles Times - es "exagerada"? No lo sé, pero sin duda si los chicos están desperdiciando mucho tiempo en actividades digitales frívolas, sus padres no están ofreciéndoles un ejemplo brillante. Tal como lo expresó uno de los asistentes a la charla del Manhattan Institute, hay mucha gente adulta que tiene su BlackBerry en la falda mientras almuerza.
Y también es cierto que Facebook y otros sitios de redes sociales fueron creados para gente joven -especialmente en las universidades, como medio para que los estudiantes nuevos pudieran presentarse a la comunidad-, pero han sido adoptados por los adultos para hacer exactamente eso mismo a lo que sus hijos dedican demasiado tiempo.
Yo no he aprovechado la opción "qué estás haciendo en este momento" de Facebook, para que mis amigos puedan estar al tanto de todos mis movimientos y pensamientos. Pero una vez que termine esta columna y la cuelguen en iht.com, pueden estar seguros de que la pondré en mi página de Facebook para que todos mis amigos puedan verla.
Traducción de Mirta Rosenberg
Richard Bernstein International Herald Tribune
NUEVA YORK.- Facebook es el sitio web de redes sociales que alega tener más de 150 millones de usuarios activos. Recientemente me convertí en uno de esos 150 millones, así que ahora puedo ver las "actualizaciones" que mis amigos cuelgan en el espacio ofrecido en la parte superior de cada perfil y que plantea la pregunta: "¿qué estás haciendo en este momento?"
Es interesante que nadie escriba: "Estoy viendo mi página de Facebook". Escriben, en cambio, cosas tales como "desarmando el arbolito de Navidad", o "deseando que ya fuera mayo", o diciendo si no es formidable que Mickey Rourke le haya agradecido a su perro en su discurso de aceptación del Globo de Oro.
Ahora bien, me alegra decir que aquellos que me han hecho el honor de aceptar ser mis amigos de Facebook son personas de grandes logros que no necesitan que yo les dé lecciones acerca de cómo invertir su tiempo. Sin embargo, me resulta un poco extraño que tantos de ellos se tomen el tiempo de anunciar a su círculo social hechos cotidianos casi siempre sin importancia, algo que impulsó a un crítico de las comunicaciones electrónicas a expresar este comentario: "Lo mejor de Internet es que le permite a todo el mundo tener opinión y un lugar donde expresarla", dijo Mark Bauerlein, profesor de inglés en la Universidad Emory de Atlanta, durante una reciente conversación telefónica. "Lo malo es que también le da un lugar a cualquiera que tenga una opinión. Pero uno de los signos de madurez es darse cuenta de que el 99 por ciento de las cosas que nos ocurren cada día no tienen ninguna importancia en absoluto para los demás."
Bauerlein es autor de un nuevo libro: The Dumbest Generation: How the Digital Age Stupefies Young Americans and Jeopardizes Our future (Or, Don´t Trust Anyone under 30) (La generación más tonta: cómo la era digital estupidiza a los jóvenes estadounidenses y pone en riesgo nuestro futuro. O no confíes en nadie menor de 30) y, tal como lo indica ese largo subtítulo, la preocupación no está referida a personas entre los 30 y los 60 años que se toman unos minutos de sus atareados días para escribir grafitos en las blancas paredes del ciberespacio.
La preocupación de Bauerlein está referida a los adolescentes, estudiantes de secundaria y de la universidad que, según argumenta, pasan tanto tiempo dedicados a actividades electrónicas digitales que están perdiendo la capacidad de quedarse tranquilamente sentados en una habitación, solos, leyendo un libro.
"Estamos a punto de entregar nuestro país a una generación que no lee gran cosa y que tampoco piensa demasiado", dijo durante una charla en el Manhattan Institute.
Siempre han existido críticos sociales que se lamentan de las carencias de la generación más joven, y Bauerlein, quien tiene tanto sentido del humor como de la perspectiva, está más que dispuesto a reconocer que podría parecer "otro tipo viejo que se queja de los jóvenes". Salto exponencial
Por cierto, admite que los jóvenes siempre han hablado por teléfono, mirado televisión y permanecido durante horas en la pizzería antes que dedicarse a leer los papeles federales o Moby Dick , y una consecuencia de eso es que el conocimiento cívico e histórico jamás ha alcanzado niveles muy altos en los EE.UU.
Pero Bauerlein alega que la era digital marca un salto exponencial respecto de los días en que las principales distracciones eran la televisión y el teléfono, por más preocupantes que puedan haber sido, y ser aún, para padres y educadores.
"La tendencia a agruparse con sus pares y no con los adultos es vieja, pero lo que han hecho las redes digitales es darles todo un nuevo arsenal para lograr ese propósito", dijo Bauerlein. "Antes era habitual que, a las 18, los chicos volvieran a casa y la vida social terminara. Y, cuando se iban a su cuarto, no había allí BlackBerry ni consola de videojuegos ni Facebook."
Una encuesta realizada por la Asociación Nacional de Juntas Escolares indica que un gran número de estudiantes pasan alrededor de nueve horas semanales dedicados a la actividad social en Internet y otras diez horas viendo televisión. Otras encuestas revelan que la mayoría de los estudiantes secundarios dedican apenas una hora o menos por día a hacer tareas por escrito.
Y lo más importante, arguye Bauerlein, es que la tecnología digital ha borrado los límites del tiempo y del espacio. La vida social prosigue constantemente, incluso cuando su hijo adolescente está durmiendo. Así, aunque antes los padres podían mandar a su cuarto a los hijos adolescentes, ahora, como lo expresa Bauerlein, "su cuarto es el centro de comando. No hay más espacio privado".
Uno de los puntos salvadores de este sombrío cuadro es que formar parte de esta red social implica leer y escribir, por lo que debería tener algún valor educativo, ¿no es cierto? Pero no es así, según Bauerlein. Los mensajes de texto no implican la redacción de párrafos elegantes y coherentes en los que se sostengan argumentaciones o se presenten pruebas. Simplemente, son otra manera en que los chicos se contagian malos hábitos.
¿Las cosas verdaderamente están tan mal como lo indica el subtítulo de Bauerlein, o su argumentación -tal como ha escrito uno de sus críticos en Los Angeles Times - es "exagerada"? No lo sé, pero sin duda si los chicos están desperdiciando mucho tiempo en actividades digitales frívolas, sus padres no están ofreciéndoles un ejemplo brillante. Tal como lo expresó uno de los asistentes a la charla del Manhattan Institute, hay mucha gente adulta que tiene su BlackBerry en la falda mientras almuerza.
Y también es cierto que Facebook y otros sitios de redes sociales fueron creados para gente joven -especialmente en las universidades, como medio para que los estudiantes nuevos pudieran presentarse a la comunidad-, pero han sido adoptados por los adultos para hacer exactamente eso mismo a lo que sus hijos dedican demasiado tiempo.
Yo no he aprovechado la opción "qué estás haciendo en este momento" de Facebook, para que mis amigos puedan estar al tanto de todos mis movimientos y pensamientos. Pero una vez que termine esta columna y la cuelguen en iht.com, pueden estar seguros de que la pondré en mi página de Facebook para que todos mis amigos puedan verla.
Traducción de Mirta Rosenberg
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